En la primera
imagen se puede ver un iceberg en el mar de Weddell, en la Península de la
Antártida. En la segunda, un mar de arena en el desierto de Nambria. Ambas
fotografías son de Sebastião Salgado, y
se encuentran actualmente expuestas en CaixaForum, en Madrid. Pero no son las
únicas. La sala acoge más de doscientas fotografías en blanco y negro que el
artista ha tomado durante ocho años en treinta y dos lugares distintos del
globo terrestre. Bajo el título Génesis, Salgado
permite a los asistentes hacer volar su imaginación, caminar por casi medio
mundo, parando en los lugares más significativos en lo que a naturaleza se
refiere, lugares que el hombre no ha modificado para adaptarlos a sus
necesidades, lugares vírgenes.
Salgado
realizó este trabajo tras regresar a su lugar natal, una finca ganadera en el
Vale do Rio Doce, en el estado de Minas Gerais, en Brasil. Tras ver en qué se había
convertido lo que de niño conoció como praderas llenas de animales y especies
vegetales, su esposa ideó un plan para reconstruir aquel ecosistema ahora
atacado por la deforestación. Juntos plantaron un bosque con las mismas especies
autóctonas, que fue evolucionando hasta conseguir que los animales volviesen y,
con ello, un renacer en aquel lugar de Brasil. Actualmente la finca está
catalogada como espacio protegido.
A partir de
esta experiencia, Salgado comenzó a trabajar en el proyecto Génesis, que en un principio se trataba
de una denuncia, pero a medida que el fotógrafo fue viajando por los treinta y
dos lugares del mundo en los que basa su trabajo, se dio cuenta de que existen
sitios que el ser humano no ha moldeado y que se mantienen intactos. De esta
forma, la exposición también es una llamada al mantenimiento del medio ambiente
y una demostración de lo que se puede llegar a perder si no colaboramos y
cuidamos la Tierra. En este sentido, Salgado muestra una recopilación de desiertos
y tierras heladas, bosques tropicales y templados, cordilleras, océanos, etc.
convirtiendo su exposición en un “homenaje al esplendor de la naturaleza”.
Génesis está estructurada en cinco
secciones, coincidiendo cada una de ellas con una región determinada. En primer
lugar, La Amazonia y el Pantanal hace
un recorrido desde el centro de Brasil a los países vecinos. El segundo bloque,
denominado La Antártida y los confines
del sur, recorre Georgia del sur, las Malvinas, el archipiélago de Diego
Ramírez y las islas Sándwich. Continuando con el tercer apartado, Los Santuarios, destacan las islas
Galápagos, Indonesia, Papuasia, la isla Siberut, en Sumatra, y algunos
ecosistemas de Madagascar. En cuarto lugar, África,
permite dar un paseo desde el delta del Okavango en Botswana y el parque de
Virunga en la triple frontera entre Congo, Ruanda y Uganda, al desierto del
Kalahari, o los desiertos de Argelia y Libia, entre otros lugares similares. Por
último, Las tierras del norte muestra
los paisajes de Alaska y de la meseta del Colorado en Estados Unidos, el parque
nacional de Kluane, en Canadá, y las regiones septentrionales rusas, el norte
de Siberia y la península de Kamchatka.
En
lo que se refiere a las fotos, la elección de dos o tres es algo muy personal,
pero, en lo que a mí se refiere, además de las dos primeras que he expuesto al
inicio, me quedo con otro par, una del apartado La Antártida y los confines del sur, y otra de África.
La primera
fotografía muestra la cola de una ballena franca austral al salir a la
superficie. En este sentido, lo primero que me llamó la atención fue la
cercanía del fotógrafo a la ballena, pues aun usando un teleobjetivo, Salgado
debía estar situado no muy lejos de ella. Además, reproducir el instante exacto
en el que sale la cola y deja caer el agua de sus dos aletas es maravilloso. La
técnica del blanco y el negro, en este caso, dota a la imagen de un contraste
entre la cola (negro) y el agua (blanco) que no sería tan notable con la foto a
color. Asimismo, en lo que se refiere a emociones, quizá Salgado pretenda
concienciar a los asistentes para cuidar el ecosistema marítimo, pues de no ser
así, estas especies terminarán por desaparecer.
La segunda
fotografía que he escogido es un posado de dos mujeres del poblado mursi de
Dargui, en el Parque Nacional de Mago, cerca de Jinka (Etiopía). Aquí, al
margen de la técnica de la fotografía, que indudablemente es muy buena, me ha
llamado más la atención el contexto de la imagen. Tal y como señalaba el
rótulo, las mursis y las surmas son las últimas mujeres del mundo que llevan
platos en los labios. Es una fotografía que hace pensar, a mí en concreto, en
la globalización y en el mundo moderno. Permite reflexionar y hacer una
comparación entre la vida que llevamos nosotros, los “civilizados”, y la que
llevan las tribus primitivas de algunos lugares del mundo, en este caso, de
Etiopía. Nadie en España, o en Estados Unidos, o en Rusia, o en cualquier país medianamente
desarrollado, llevaría platos en la boca, o se pintaría rayas en la cara, por
no mencionar las ropas o las costumbres. A casi nadie ahora mismo se le ocurre
vivir en casas de paja y recolectar alimentos en el campo. Sin embargo, dando
la vuelta al asunto, me pregunto y me pregunté cuando observé la fotografía:
¿cómo reaccionarían los mursis en una gran ciudad? La respuesta a esto no la
tengo tan clara, pero seguro que sería una situación curiosa. Con esto, decir
que la fotografía es un gran posado y sobre todo, agradecer a Salgado por
introducirse en esas tribus para hacernos reflexionar sobre el origen, sobre lo
que era y podía seguir siendo, pero no ha sido.
Asimismo, es
cierto que el blanco y negro dota a las fotografías de cierto dramatismo,
apropiado para el tema que se trata. Además, es más que conocido el talento y
la habilidad de Sebastião Salgado a la
hora de aplicar esta técnica. Sin embargo, a mi parecer, resulta un poco pesado
observar doscientas cuarenta y cinco fotos en estos tonos tan oscuros, y creo
que en algunas ocasiones, las fotos a color habrían quedado mejor. Ejemplo de
ello son muchas de las instantáneas tomadas en la selva, donde los colores
naturales son llamativos y la foto quedaría estupenda sin retocarlos.
Finalmente,
cabe destacar y recalcar que, con sus más y sus menos, la exposición de Salgado
y la expresividad, emotividad y profundidad de sus fotografías permite, durante
el tiempo que dura la visita, poner un pie en el paraíso, imaginar por un
momento que estás caminando por el desierto de Libia o en medio de un glaciar
en la Antártida. Y si mantienes la mirada fija en la imagen durante varios
segundos, puedes, incluso, imaginarte en medio de una tribu africana.