miércoles, 17 de diciembre de 2014

Renegados de España

Para que te quieran los demás primero tienes que quererte a ti misma. He aqui el típico tópico del amor propio, una premisa que como casi todos los típicos tópicos es una verdad como el Cristo de Río de Janeiro. Siempre me ha parecido que la autocritica es un término complicado de ejecutar. Si se hace con cuidado puede ser benecicioso e incluso puede contribuir a una enorme mejora personal pero, si no ponemos limite a la hora de juzgarnos a nosotros mismos, el desenlace puede ser tremebundo. Por eso, hay que tener cabeza a la hora de criticar y, sobre todo, de criticarnos.

Este asunto se puede extrapolar a casi todos los ambitos de la vida. Por ejemplo, cuando hablamos de nuestro país. Tal y como explica Mariano José de Larra en su artículo "En este país", si nosotros no vendemos la marca España, nadie lo va a hacer por nosotros. Y ésto es así, y no hay mas. Lo peor de todo es que luego somos especialistas en hacer lo que yo llamo "la de la hermana pequeña". Esto es, que mientras somos nosotros los que nos metemos con ella no pasa nada, hasta que se anima a hacerlo alguien ajeno. Pues bien, me remito al "topicazo" que abría este artículo: quiérete y serás querido.

España tiene muchas cosas buenas. Tiene cultura, gastronomia, tiene arte y buena gente. Seguramente tiene mucho más que hace cincuenta anos, cuando según los octogenarios se vivía mucho mejor, se iba tranquilo por la calle, se respetaba a los padres y no había vagos sino trabajadores de tomo y lomo. Esa tendencia a mirar al pasado es algo que jamas entenderé. Llamadme moderna, pero quizá ese es nuestro problema, que somos un poco borregos y preferimos pensar en tiempos supuestamente mejores que ponernos el casco y los guantes e intentar mejorar. Y con esto no pretendo hacer una llamada a la revolución ni es mi intención coger la esterilla y acampar en la Plaza del Sol. Lo que quiero decir que es no estaría mal que, en lugar de quejarnos de Espana desde el sofá, empecemos a ser un poco positivos y a intentar buscar lo bueno de esta epoca y de este país, que es mucho. Pero lo peor de todo este embrollo, es que todavía tenemos la poca vergüenza de sentirnos molestos cuando un forastero se mete con "nuestra hermana pequeña".


Pero bueno, aquí somos quejicas por naturaleza. Que vamos a hacer, "cosas de España". 

martes, 18 de noviembre de 2014

No se puede

El último barómetro del CIS sitúa a Podemos como tercera fuerza política de cara a las elecciones de 2015, con un 22,5% de los votos, por detrás del PSOE, con un 23%, y del PP, que continúa en la pole con un 27,5% de los votos. Desde luego, la encuesta revela unos datos tan sorprendentes como definitorios. Definitorios de una sociedad aburrida de sus gobernantes, que antepone la corrupción al paro como principal problema de España y que no se cree el relato de que estamos saliendo de la crisis. Definitorios de una sociedad que ha visto en Pablo Iglesias una alternativa diferente a lo que están acostumbrados: un bipartidismo tan ineficaz como incompetente.

Sin embargo, España sigue necesitando al PP, o en su defecto, al PSOE. Lo claro es que Podemos no trae el pan bajo del brazo y mucho menos la solución al desastre nacional. Lo único que porta este nuevo partido es un programa electoral utópico e ilusorio. Prometer prestaciones sociales para todos los ciudadanos por el único hecho de serlo o jubilaciones a los 60 años es una buena poción para sumar votos, pero no para hacer política. Asimismo, el aumento del impuesto de sucesiones y la recuperación del de patrimonio es una buena forma de invitar a las grandes fortunas a coger los billetes y marcharse del país.

El CIS también muestra el hartazgo de la ciudadanía con las caras visibles de cada partido. Bien es cierto que, aunque suspenso, el nuevo líder de los socialistas, Pedro Sánchez, es el mejor valorado, con un 3,85. El novato cabecilla de Ferraz poco a poco va ascendiendo y comiendo terreno a los populares, que hacen caso omiso a estos datos y se aferran a la fragmentación del voto de la izquierda y a esa minoría que aún les mantiene en el poder. Pero no se preguntan, ni se proponen, un cambio de cúpula que les haga remontar en las encuestas y, posiblemente, frenar el deterioro electoral al que se exponen de cara al próximo noviembre.

Estamos a doce meses de las undécimas elecciones democráticas que se presentan, cuanto menos, interesantes. Unas elecciones muy alejadas de lo hasta ahora conocido, con una fuerza utópica y falaz ocupando varios escaños por la única —y sustancial— razón de que los veteranos del Congreso están machacados por la crisis y por un uso ilegítimo de dinero público. Se acerca un tripartidismo que, lejos de avanzar en materia democrática, retrocede.


jueves, 24 de abril de 2014

Génesis, un viaje por los viajes de Sebastião Salgado



En la primera imagen se puede ver un iceberg en el mar de Weddell, en la Península de la Antártida. En la segunda, un mar de arena en el desierto de Nambria. Ambas fotografías son de Sebastião Salgado, y se encuentran actualmente expuestas en CaixaForum, en Madrid. Pero no son las únicas. La sala acoge más de doscientas fotografías en blanco y negro que el artista ha tomado durante ocho años en treinta y dos lugares distintos del globo terrestre. Bajo el título Génesis, Salgado permite a los asistentes hacer volar su imaginación, caminar por casi medio mundo, parando en los lugares más significativos en lo que a naturaleza se refiere, lugares que el hombre no ha modificado para adaptarlos a sus necesidades, lugares vírgenes.

Salgado realizó este trabajo tras regresar a su lugar natal, una finca ganadera en el Vale do Rio Doce, en el estado de Minas Gerais, en Brasil. Tras ver en qué se había convertido lo que de niño conoció como praderas llenas de animales y especies vegetales, su esposa ideó un plan para reconstruir aquel ecosistema ahora atacado por la deforestación. Juntos plantaron un bosque con las mismas especies autóctonas, que fue evolucionando hasta conseguir que los animales volviesen y, con ello, un renacer en aquel lugar de Brasil. Actualmente la finca está catalogada como espacio protegido.

A partir de esta experiencia, Salgado comenzó a trabajar en el proyecto Génesis, que en un principio se trataba de una denuncia, pero a medida que el fotógrafo fue viajando por los treinta y dos lugares del mundo en los que basa su trabajo, se dio cuenta de que existen sitios que el ser humano no ha moldeado y que se mantienen intactos. De esta forma, la exposición también es una llamada al mantenimiento del medio ambiente y una demostración de lo que se puede llegar a perder si no colaboramos y cuidamos la Tierra. En este sentido, Salgado muestra una recopilación de desiertos y tierras heladas, bosques tropicales y templados, cordilleras, océanos, etc. convirtiendo su exposición en un “homenaje al esplendor de la naturaleza”.

Génesis está estructurada en cinco secciones, coincidiendo cada una de ellas con una región determinada. En primer lugar, La Amazonia y el Pantanal hace un recorrido desde el centro de Brasil a los países vecinos. El segundo bloque, denominado La Antártida y los confines del sur, recorre Georgia del sur, las Malvinas, el archipiélago de Diego Ramírez y las islas Sándwich. Continuando con el tercer apartado, Los Santuarios, destacan las islas Galápagos, Indonesia, Papuasia, la isla Siberut, en Sumatra, y algunos ecosistemas de Madagascar. En cuarto lugar, África, permite dar un paseo desde el delta del Okavango en Botswana y el parque de Virunga en la triple frontera entre Congo, Ruanda y Uganda, al desierto del Kalahari, o los desiertos de Argelia y Libia, entre otros lugares similares. Por último, Las tierras del norte muestra los paisajes de Alaska y de la meseta del Colorado en Estados Unidos, el parque nacional de Kluane, en Canadá, y las regiones septentrionales rusas, el norte de Siberia y la península de Kamchatka.

                En lo que se refiere a las fotos, la elección de dos o tres es algo muy personal, pero, en lo que a mí se refiere, además de las dos primeras que he expuesto al inicio, me quedo con otro par, una del apartado La Antártida y los confines del sur, y otra de África.
 



La primera fotografía muestra la cola de una ballena franca austral al salir a la superficie. En este sentido, lo primero que me llamó la atención fue la cercanía del fotógrafo a la ballena, pues aun usando un teleobjetivo, Salgado debía estar situado no muy lejos de ella. Además, reproducir el instante exacto en el que sale la cola y deja caer el agua de sus dos aletas es maravilloso. La técnica del blanco y el negro, en este caso, dota a la imagen de un contraste entre la cola (negro) y el agua (blanco) que no sería tan notable con la foto a color. Asimismo, en lo que se refiere a emociones, quizá Salgado pretenda concienciar a los asistentes para cuidar el ecosistema marítimo, pues de no ser así, estas especies terminarán por desaparecer.

La segunda fotografía que he escogido es un posado de dos mujeres del poblado mursi de Dargui, en el Parque Nacional de Mago, cerca de Jinka (Etiopía). Aquí, al margen de la técnica de la fotografía, que indudablemente es muy buena, me ha llamado más la atención el contexto de la imagen. Tal y como señalaba el rótulo, las mursis y las surmas son las últimas mujeres del mundo que llevan platos en los labios. Es una fotografía que hace pensar, a mí en concreto, en la globalización y en el mundo moderno. Permite reflexionar y hacer una comparación entre la vida que llevamos nosotros, los “civilizados”, y la que llevan las tribus primitivas de algunos lugares del mundo, en este caso, de Etiopía. Nadie en España, o en Estados Unidos, o en Rusia, o en cualquier país medianamente desarrollado, llevaría platos en la boca, o se pintaría rayas en la cara, por no mencionar las ropas o las costumbres. A casi nadie ahora mismo se le ocurre vivir en casas de paja y recolectar alimentos en el campo. Sin embargo, dando la vuelta al asunto, me pregunto y me pregunté cuando observé la fotografía: ¿cómo reaccionarían los mursis en una gran ciudad? La respuesta a esto no la tengo tan clara, pero seguro que sería una situación curiosa. Con esto, decir que la fotografía es un gran posado y sobre todo, agradecer a Salgado por introducirse en esas tribus para hacernos reflexionar sobre el origen, sobre lo que era y podía seguir siendo, pero no ha sido.

Asimismo, es cierto que el blanco y negro dota a las fotografías de cierto dramatismo, apropiado para el tema que se trata. Además, es más que conocido el talento y la habilidad de Sebastião Salgado a la hora de aplicar esta técnica. Sin embargo, a mi parecer, resulta un poco pesado observar doscientas cuarenta y cinco fotos en estos tonos tan oscuros, y creo que en algunas ocasiones, las fotos a color habrían quedado mejor. Ejemplo de ello son muchas de las instantáneas tomadas en la selva, donde los colores naturales son llamativos y la foto quedaría estupenda sin retocarlos.

Finalmente, cabe destacar y recalcar que, con sus más y sus menos, la exposición de Salgado y la expresividad, emotividad y profundidad de sus fotografías permite, durante el tiempo que dura la visita, poner un pie en el paraíso, imaginar por un momento que estás caminando por el desierto de Libia o en medio de un glaciar en la Antártida. Y si mantienes la mirada fija en la imagen durante varios segundos, puedes, incluso, imaginarte en medio de una tribu africana.

martes, 25 de febrero de 2014

La patraña de Jordi Évole

Aún recuerdo cuando la semana pasada vi el vídeo promocional de Operación Palace en el que Jordi Évole explicaba que iba a emitir un programa “diferente” (desde luego, lo fue), y que si explicaba de qué trataba quizá no lo pudiera emitir (¿hola?). Con todo esto, mis ansias por verlo y mi curiosidad iban en aumento y el domingo a eso de las nueve y media de la noche –mando a distancia y manta en mano– me coloqué las gafas y enchufé La Sexta. Los minutos pasaban y yo cada vez alucinaba más. ¿Los políticos más importantes de aquella época involucrados en un embuste de esa envergadura? ¿Un director de cine maquinando toda la puesta en escena de ese gran engaño? ¿El rey de acuerdo con esa estafa a la historia del país que regenta? ¿La dimisión de Suárez era una farsa para llenar el Congreso de los Diputados? ¿Periodistas involucrados? No daba crédito.

Después de una hora con la tripa y la cabeza revuelta me dicen que es todo mentira. Ahí es cuando se supone que nos teníamos que reír del chiste y aplaudir al "ilustre" periodista por hacernos perder una hora con ese timo. Bien, yo reírme no me reí mucho, él desde luego se debió echar la risotada imaginando la cara que se nos estaba quedando a los cinco millones de españoles que nos habíamos visto envueltos en esa soberana bufonada de sesenta minutos. Yo por mi parte, y estoy segura de que muchos estarán conmigo en esto, me sentí un poco ridícula.


Así todo, y no contento, el presentador de Salvados se ha defendido diciendo que seguramente otras veces nos han mentido y nadie nos lo ha dicho, como esperando que encima le demos las gracias. Sin embargo, no toda la culpa la tiene Évole. Yo aún me preguntó cómo los políticos que contribuyeron a la realización de un fake sobre un tema tan delicado como es el 23-F se vieron convencidos a participar en algo así, pero sobre todo, me cuestiono en qué momento lo hizo un periodista tan admirado y respetado como Iñaki Gabilondo. Digo esto, porque él más que nadie, como profesional de la información que es, sabrá que esta profesión no se encuentra precisamente en uno de sus mejores momentos en lo que a credibilidad se refiere, y, con este programa, lo único que se ha conseguido es afirmar, una vez más, que los medios de comunicación (no todos) tienen la capacidad de manipular y mentir y hacen uso de ella. Flaco favor se le ha hecho al periodismo que ellos defienden.

Finalmente, decir que si lo que pretendía Jordi Évole con Operación Palace era crear expectación y reventar los índices de audiencia, desde mi humilde texto le felicito, en serio, olé por ese 23% de cuota de pantalla. Si por el contrario quería poner en lo más alto a su programa, a su cadena y a él mismo, mi más sentido pésame por su fracaso. A mi juicio, ha arriesgado y ha perdido.




viernes, 31 de enero de 2014

Fin de exámenes

Qué sensación, ¿no?

Algo parecido a llevar un mes atascada en la punta más alta de una montaña rusa, con el miedo y la tensión metidos en el cuerpo, con un nudo en el estómago y solo pensando en eso, como si el resto del mundo se paralizase. Los minutos son horas, y aunque ves pasar los días, parece que nunca va a llegar el momento en que la atracción vuelva a arrancar y bajes esa cuesta hasta llegar a la placidez.

Llevo más o menos treinta días entre papeles y libros, con los ojos inyectados en sangre de tanto rotulador fosforito (soy de las que no discrepo a la hora de subrayar), invirtiendo aproximadamente cinco horas al día en examinar el vuelo de las moscas, en imaginar mi vida perfecta, en dar paseos por Babia o de excursión en Las Musarañas. Treinta días en los que todo cuanto echaban en la tele me parecía super cautivador, por el único motivo de no poder verlo.

También es muy típico de esta época lo de quedar para ir a la biblioteca a la mañana siguiente, y a la mañana siguiente avisar desde la cama que mejor estudio en casa, que ahí fuera hace mucho frío y que me concentro mejor en mi habitación (y si es con siesta cada tema y medio, mucho mejor).



Sin embargo, no todo ha sido tan horrible. También he tenido mis tardes de descansos eternos, mucho más amenos cuando hay estrés de por medio, en los que se organizan mil y pico planes “para después de exámenes” que luego pasan a mejor vida. O mis ratos de risas máximas mientras comparaba apuntes con mis amigas y siempre había alguna lumbreras que le echaba creatividad al asunto inventándose media lección. Eh, y qué decir de lo que rebosa el bolsillo el día treinta y uno tras un mes de clausura porque no, salir no es gratis.

En fin, todo eso ya ha acabado, y ahora estoy aquí, sentada en un eterno tren Madrid-Santander con la única pretensión de llegar a mi casa y hacer el vago hasta que mi dignidad diga basta. Acostarme a las tres de la mañana y levantarme a la una del mediodía, estilo de vida que mi padre ha bautizado como “la vida del chon” (del cerdo, para los no cántabros).

Así pues, cierro los libros y, con ellos, aparco hasta junio mi estudio sobre las formas del gotelé de mi habitación. También abandono Babia y Las Musarañas hasta nuevo aviso.

Y ahora si, por fin... “Próxima parada: Torrelavega”.

A vivir la vida.

viernes, 3 de enero de 2014

Máscara de pestañas, esencial para una mirada intensa

Antes de comprar un rimel es necesario comparar un poco y saber que es lo que necesitamos, pues no todas las pestañas son iguales. Igual yo soy un poco exagerada con esto, pero es el cosmético que más me gusta y por eso soy bastante exigente.  Este post lo escribí para Kiniro y en él presento algunas máscaras muy distintas entre sí y con acabados muy diferentes. Además, exceptuando la de YSL, no están nada mal de precio :)!

Máscara de pestañas, esencial para una mirada intensa

Nada mejor para una mirada impactante que una capa de máscara de pestañas que las oscurezca, espese y defina. Este cosmético fue creado por Eugene Rimmel, fundador de la clásica firma Rimmel London, que ha celebrado el pasado mes de octubre su 180 aniversario.

La máscara de pestañas constituye uno de los cosméticos clave a la hora de maquillarse y muchas mujeres se niegan a salir a la calle sin él. De hecho, en muchas ocasiones se utiliza en solitario o simplemente acompañado de una sombra color piel y un poco de colorete, sobre todo si lo que se pretende es dar sensación de naturalidad y cara lavada a la vez que se aporta expresión al rostro.

Bien es cierto que no todas las máscaras son iguales ni consiguen el mismo efecto, por lo que cada una tenemos nuestras preferencias relacionadas con cada tipo de pestañas o con el resultado que queremos conseguir.

Cabe destacar que lo más importante de este cosmético no es la crema, sino el cepillo, que gracias a los materiales con los que esté fabricado o a la forma de su pincel logra dar unos resultados u otros.



Dicho esto, si aún no has encontrado la máscara adecuada, aquí te presentamos algunas opciones para que elijas la que mejor se ajusta a la finalidad que buscas.

·        Illegal Length de Maybelline New York: Si tu intención es es alargar unos milímetros los pelillos de tus pestañas, esta máscara cumplirá tus deseos. Illegal Length rompe todas las reglas de longitud con cuatro milímetros de fibras extensoras y, además, está a prueba de agua.
·        Baby Doll de Yves Saint Laurent: Esta máscara es idónea para dar naturalidad. Deja las pestañas muy finas y ligeras, por lo que aparenta que no te las has maquillado y además, logra que parezca que tienes más gracias a su efecto multiplicador.
·        Volume Shoking de Loreal Paris: Si te gustan las pestañas pastosas, tupidas y con mucho volumen, ésta es la mejor opción. Con su doble cepillo, blanco y negro, aporta espesor y consigue una mirada felina sin apelmazarlas.
·        Black Drama de Maybelline New York: Para una mirada intensa e impactante. Da el mismo efecto que unas pestañas postizas por su capacidad de alargamiento, además de que aporta mucho volumen y multiplica las pestañas.
·        Scandal Eyes de Rimmel London: Es la máscara perfecta si eres de las que odias que tras un par de pasadas, las pestañas se queden duras y tiesas. Este nuevo producto consigue aportar volumen y flexibilidad y  hace que las pestañas se vean más pobladas.


Dicho esto, recordad que, aunque la máscara sea fundamental para unas pestañas bonitas, no hay que olvidar la importancia de los rizadores. Utilizarlo es muy fácil pero es esencial hacerlo bien, pues un mal uso puede terminar con ellas. Hay que tener cuidado y rizarlas a partir de la mitad y no desde las raíces, consiguiendo así curvarlas y no dejar las pestañas rectas y hacia arriba, además de que, en caso de no hacerlo así, corremos el riesgo de partirlas.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Vuelta a casa por Navidad

No hace falta tener diez años para adorar la Navidad. Tengo veinte y cuantos más diciembres pasan más enana creo que soy cuando llega esta época. Las luces, los villancicos, la gente por la calle, las reuniones familiares, los regalos y el turrón. Si esto no te gusta, sé sabedor o sabedora de lo raro o rara que eres.

Por mi parte, después de tres mesecitos ricos pasando por casa no más de dos o tres días en los que no me da tiempo a llegar que ya estoy de nuevo sentada en el Alvia, viviendo en un colegio mayor con una habitación de escasos diez metros cuadrados y un baño donde giras sobre ti misma para llegar a la ducha, al lavabo o al váter (moverte más en ese baño es una utopía), hace falta un poco de casa. Llamadme rara, pero a mí por lo menos el cuerpo me pedía a gritos una sesión de sofá, manta y mando a distancia, un poco de mamá, un domingo de monopoly y una temporadita como reinona de la casa. Si, la verdad es que vengo poco, pero cuando vengo solo me falta una campanita y un maromazo abanicándome.

Dejando a un lado las alucinaciones y volviendo al meollo, o cogollo, del asunto en cuestión, no veía la hora de pegarme como una lapa a las sábanas de borreguito sobre el viscolatex de dos metros de largo y dormir estirada sin que los dedillos de los pies asomen por fuera del colchón. Madre mía, qué placer.

Eh! Pero no hay que olvidar (oh Dios, por qué) que la Navidad también es tiempo de estudiar, o por lo menos, de ir organizando la tragedia estudiantil de finales de enero, que luego pasa lo que pasa y viene Paco con las rebajas montado en el toro que siempre nos pilla. Y si a ti éste no te coge será que perteneces al género humano antes mencionado al que tampoco le gustan los regalos, las luces y la gente por la calle.

Igualmente, es un pecado, un delito y una perversidad no mencionar las comidas y las cenas, en las que engulles con los ojos aún cuando el estómago dice basta y te pide y te suplica que por favor dejes el turrón para el de al lado, que ya ha sido suficiente por hoy y que has tocado fondo. Y claro, luego vienen las vueltas en la cama, los siete males y los botones del pantalón desabrochados al sentarte en algún lado más de cinco minutos.

Bien, cada día va quedando menos para volver a la capi, a las prisas y a los mil semáforos. A la chabola de 3x5 metros, al camastro y a la comida de residencia. A la universidad, a las tardes de trabajos en grupo y a la biblioteca de la facultad.

Por eso, es bueno aprovechar este tiempo para cargar las pilas y, así, regresar a Madrid con menos ganas de volver a casa.